Forzar a una víctima a perdonar a su agresor bajo discursos moralistas de “Dios quiere que perdones”, “para sanar tienes que soltar tu pasado”, y muchas otras más que se la pasan diciéndoles a las víctimas de un abuso.
Forzar a que la víctima perdone a su agresor resulta moralmente inadmisible y supone una revictimización encubierta bajo forma de un “benevolente consejo”.
El perdón es el resultado final del proceso de sanación y no una vía para sanar. No tenemos que confundir el no perdonar con el rencor.
No perdonar a tu agresor no te hace una mala persona.
Cuando se sana se puede soltar el rencor y no perdonar. Perdonar tampoco significa justificar lo vivido y volver a la fuente del maltrato. El contacto cero es perfectamente compatible con el perdón. Compadecernos de la persona que nos dañó, tampoco significa volver a abrirle las puertas de par en par. Recuerda: Perdonar es una decisión personal tras sanar. No una imposición ni tampoco algo necesario ni mucho menos obligatorio para tu proceso.
Dejemos de creer que para ser felices, tenemos que renunciar al derecho de odiar o estar enojadas con alguien; por qué precisamente ese coraje es el que te ha permitido denunciar, alejarte o poner limites a quién te hizo daño.
NO le debes perdón ni lastima a un abusador. Ni siquiera si se trata de tu familia. Perdonar NO te sanará. Puedes tener una vida en paz teniéndole rechazo a la gente que te la arrebató por años.
Las víctimas necesitan validar sus sentimientos y emociones, y a partir de ahí elegir lo que sea mejor para ellxs. Si lo mejor para una persona es vivir su enojo, si es perdonar o no perdonar, está bien. La víctima NO necesita ser forzada a elegir un camino, si no que se le acompañe a lo largo de su experiencia mientras la procesa de la manera en que necesite hacerlo, no para "sanar", sino para vivir. Imponerles a las víctimas que perdonar es necesario para sanar, es VIOLENCIA PSICOLÓGICA.